Decían en Twin Peaks que las lechuzas no son lo que parecen. Y lo decían con mucha razón. Es más, los limpiadores de edificios monumentales tampoco suelen ser lo que parecen.
Cualquiera que tenga a bien visitar la catedral de León a última hora de la tarde, deberá fijarse atentamente en el operario que, con aire ausente, concentrado en la música de sus auriculares, pasa la mopa por el enlosado.
Es Atanasio y tiene un secreto.
"Atanasio Machaca, operario del servicio de limpieza de la catedral de León, mantiene en riguroso secreto su condición de druida.
Druida es por herencia y por méritos propios, ya que sabe elaborar zumo de muérdago e infusiones de mandrágora según las recetas de su abuelo, que era druida también. Con ellas sana a vacas y gorrinos enfermos , prepara una poción que prolonga el éxtasis sexual hasta lo inenarrable y rocía el agua de las acequias para hacer crecer a las lechugas como a mutantes radiactivos.
Atanasio Machaca es druida, sí, pero no es ningún desahogado sino un padre de familia trabajador y cabal, así que oculta su druidez con prudencia. En los tiempos que corren, trabajo de mago celta no hay ni poco ni mucho, de modo que, para ganarse las lentejas, entró hace años a formar parte de la plantilla de la Sociedad Anónima La Patena, subcontrata de la Diócesis de la Pulchra Leonina que dirige un sobrino carnal del señor Obispo.
Ahora bien, durante el transcurso de su trabajo en el turno de noche, Atanasio se queda solo muchas veces bajo las bóvedas góticas. En esos momentos maravillosos sonríe de oreja a oreja, tira a un lado la mopa y, tras pronunciar en susurros un conjuro ininteligible, se pone a levitar entre los arcos y las ojivas. Recorre volando las vidrieras y los capiteles más altos, aquellos que nadie, desde su construcción, tuvo jamás tan cerca de las manos y de los ojos. Se columpia en las narices de las gárgolas de clara piedra y, regocijado como un druida niño, revolotea por las galerías y ejecuta cabriolas bajo la cúpula del crucero al son de la música (céltica, claro) que sale de los auriculares de su ipod. Y se siente más druida que nunca, más druida que todos los druidas que en el mundo han sido.
Son sólo unos segundos de felicidad. En cuanto percibe los pasos del vigilante, Atanasio aterriza sobre el enlosado, agarra la mopa y continúa con sus tareas de limpieza, pensando ya en la noche siguiente.
Tal es su secreto, que transmitirá a su descendiente mejor dotado para la magia -y para la limpieza y el mantenimiento-, a fin de que su estirpe de druidas alcance el fin de los tiempos sin tener que morirse de aburrimiento por el camino. "