miércoles, 11 de mayo de 2016
Autobiografía verdadera
Para empezar, sepan que vivo en una cabaña. Me la construí el verano pasado con mis artes mágicas y con algunos tablones que recogí de los contenedores del barrio. La instalé en la zona más boscosa de la Casa de Campo sin pedir permiso ni preguntar al ayuntamiento, no fueran a contestarme alguna tontería que yo no quisiera oir.
En segundo lugar, sépanlo también, procedo de un pueblo celta de los montes de León en el que todo el mundo, de espaldas a las autoridades, construye su propia cabaña desde hace tres mil años. A lo largo de los tiempos hemos ido trepando con nuestras construcciones, bien camufladas entre la pizarra y los matorrales, por la ladera de la montaña. Allí también andan pastando las vacas, nuestras vecinas, con las que siempre hemos mantenido excelentes relaciones.
Una de estas vacas se vino con mi primo Leonardo, que me visitó en mi último cumpleaños en septiembre pasado. Caminaron los dos desde la aldea, atravesando montes y vadeando ríos. Al llegar a mi morada, me cantaron el cumpleaños feliz.
La vaca se quedó a vivir conmigo. Se llama Adelfa y yo la saco a pasear por los límites de la Casa de Campo al caer el sol. Es una vaca feliz, se le nota, no hay más que mirarla a los ojos, pero a mí me parece que pronto querrá vivir una historia de amor romántico -siempre pasa con las vacas-, de manera que las dos vamos a emprender una trashumancia hasta la Sierra de Guadarrama. Allí Adelfa se relacionará con otros bovinos de su edad, de esos que andan sueltos por las dehesas de El Escorial, y surgirá el amor, seguro.
Al contrario que a Adelfa, a mí los amores me traen al fresco desde que el verano pasado, un poco antes de construir mi cabaña, me escapé del pelmazo de mi novio mientras él veía el partido en el bar con sus colegas. En aquel momento no supe muy bien por qué me escapaba. Me largué sin despedirme y punto. Sin embargo, ahora que mi casa clandestina, el campo y Adelfa se han dibujado como mi destino, todo cobra un mágico sentido.
Y esto es cuanto puedo contar sobre mí sin revelar secretos mucho más graves y extraños que tal vez asustarían a las gentes. lo que no es mi intención en absoluto.
Pero a lo mejor otro día sí.
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