Primero sueña con las huellas de un niño en la arena. La espuma las borra enseguida.
Después ve nacer la primera hoja de trébol del mundo. La ve desde el ojo de una ardilla imposible que vive en un bosque gigante y oscuro.
Y se sueña cabalgando sobre una galaxia que es un laberinto. En el centro de ese laberinto, se descubre a sí misma soñando.
Pasa un segundo incierto: el mar se ha convertido en sangre de dragón. El niño de la playa quiere zambullirse en ella, pero hoy no lo hace. Por eso Brunhilde no puede soñar con su cara, o la sueña pero no la recuerda.
Hay alguien al otro lado del círculo de fuego. Es un caballero, pero no es muy valiente. Sólo pasaba por aquí y se acercó a calentarse un momento.
Brunhilde sigue soñando.
(1 de noviembre de 2010)